Gato por liebre II

miércoles, 2 de septiembre de 2009
Hora de seguir contando.

Cuestión que, mientras el se preguntaba si quedarse o huir, su cita se hace presente con nuevo atuendo: pantalón elastizado a prueba de roturas..
"¿Como hizo tan rápido? ¿Se cambió en el batitubo?", pensó él.

Emprendieron nuevamente su camino hacia el establecimiento de comida, llegaron, se sentaron y ordenaron.
Charla va, charla viene. A él le daba cosa que el resto de los comensales, mozos y demases pensaran que ellos eran pareja. Pero aún así siguió adelante. Así transcurrieron los minutos. "Era divertida, la gorda", nos decía.

Al llegar el momento de pagar, él, muy caballerosamente -y porque la gorda no hizo ningún amague-, se hace cargo de la cuenta.
Ella quería seguirla en algún bar, ir a tomar algo, etc. Él pensó que mejor sería llevarla a su casa -la de él- y que sea lo que Dios quiera. Entonces le pidió prestado el celular -el suyo no tenía crédito- y llamó a su amigo, con quién él vivía, para avisarle que iba para allá y acompañado.

Antes de parar el Taxi, ella es llamada por la naturaleza. "Volvamos al restaurante y vas ahí", le dijo él, pero a ella le daba vergüenza y prefería ir a su casa, que estaba cerca. Volvieron entonces para la casa de ella, él volvió a esperar abajo y, cuando ella subió, volvió a pensarlo: "¡Ésta es la mía! ¡Me rajo ya mismo!".

Y esta vez lo hizo.

Corrió en zig-zag hasta llegar a Av. del Libertador y ahí se tomo un taxi. Al llegar a la casa, se fue directo a la cama.
A la mañana siguiente, su amigo lo encara.

- ¿Con qué clase de loca anduviste ayer?".
- ¿Por qué? ¿Qué pasó?
- Llamó una mina, toda nerviosa, diciendo que no te encontraba y que estaba preocupada por vos. Pensaba que te podía haber pasado algo, que te secuestraron o que se yo... Al rato volvió a llamar, pero esta vez para putearte. "Tu amigo es un reverendo hijo de mil putas", me decía mientras le daba indicaciones a un taxista. Se ve que te estaría buscando con un taxi.
- Ah, si... lo que pasó fue esto, aquello y lo de mas allá....

Y le contó la historia entera.

A los pocos días, la gorda se le apareció en el chat y lo empezó a putear mal. "Me puteaba, me puteaba, me puteaba....... y la eliminé de mis contactos", nos contaba mientras nosotros nos descostillábamos de la risa. Pero un poco de lástima me dio la gorda. Y miedito también.

Lo que no me explico es por qué él la quiso invitar a su casa si, cuando volvió a tener la posibilidad, se tomó el buque.
¿Qué explicación le encuentran a eso?